Estoy leyendo en estos momentos "La saga/fuga de J.B." (Gonzalo Torrente Ballester) en edición electrónica. No estoy seguro de por qué lo estoy leyendo, creo que simplemente recordé su existencia, y la recordé acompañada de una buena referencia de mi madre, que sin duda es la fuente de opinión más válida que conozco a la hora de escoger un libro.
Dejando un poco de lado la crítica literaria me gustaría pasar a la eventualidad que ha inspirado esta breve publicación: Como he mencionado estoy leyendo la obra en formato digital, lo cual supone que alguien, con toda su pacienca e interés para que la gente sin acceso al libro pueda disfrutarlo, ha escaneado, y digitalizado cada una de las páginas con tesón y buena voluntad (espero sea percibible mi agradecimiento).
El problema viene cuando el texto, al ser una novela de características y temática a caballo entre lo surreal y lo mundano, intercala párrafos creativos, y en ocasiones donde la máquina esperaba ver una página completa, el autor nos sorprende con dos columnas.
La máquina no estaba preparada y el responsable de la digitalización ya ha cumplido con sus buenas intenciones. De forma que nos encontramos con un texto a dos columnas fundidas en párrafos completos.
Todo este rollo viene a ser para contaros que como las dos columnas se funden en una sin piedad ni vergüenza se erige en texto que si a primera vista podría pasar por lógico y legible, no hace más que saltar de disparate en sinsentido. Pero en ese mar de frases con ambiciones (que he tenido que leerme intentando descifrar el significado como si fuese un texto masónico en clave, por que tampoco quería perder del todo el hilo de la narración, que ya de por sí me pone difícil mantenerme a su ritmo) he rescatado una frase que me ha parecido merecedora de entrar con honores en la sala de la inmortalidad fortuita con una ilustración en mi cuaderno.
Don Torcuato mandó llatágoras.
Abogo por la inclusión de las llatágoras en la plantilla de criaturas mitológicas reverenciadas. Por que un pueblo como Castroforte del Baralla no se merece menos que contar con sus propios mitos y leyendas, aunque sean adventicios